Jesús Saturno Canelón
En la anterior entrega de esta columna comencé a hablar de la cómoda posición que asumen muchos historiadores de la odontología, ante quienes pasa el tiempo de la historia y ellos siguen exprimiendo temas ya vetustos y oxigenando a venerables personajes del pasado, mientras evaden el tratamiento de asuntos más cercanos y "calientes" ligados -por ejemplo- a las necesidades colectivas de atención o a la relación profesión-sociedad en nuestros días.
Tratando de demostrar esa actitud que describí como "reseña intimista de lo que los dentistas y sus predecesores han hecho con sus manos", inicié el análisis del tratamiento dado por algunos de nuestros historiadores a un hecho tan trascendental como el efecto preventivo del fluor y su incorporación a las aguas de bebida. A tal efecto utilicé como punto de partida y de comparación, al libro Historia de la caries de Russell Bunting, uno de los participantes en aquel triunfo científico, y quien, ingenuo y lleno de optimismo, en ese texto de principios de la década del 1950 ya predecía como a la vuelta de la esquina, el universal sometimiento de la caries dental desde una base de salud pública y mediante formas de control comunitario.
Hoy cerraré el tema analizando las posiciones de cuatro autores -dos franceses, un alemán y un estadounidense- en tres libros publicados durante el último cuarto del siglo XX. A través de ellos seguiremos el tardío ingreso de la fluoruración del agua en la historia escrita de la profesión.
El primero que utilizaremos fue editado en 1977 y sus autores son Michel Dechaume y Pierre Huard, profesores honorarios de la Facultad de Medicina de París. Su solo título: Historia Ilustrada del Arte Dentario(1), ya nos anticipa algo de lo que su contenido nos brinda luego: un voluminoso recuento de las magias, brebajes, rezos, artesanías, instrumentos, materiales, afecciones, lesiones, tumores, traumatismos, cuidados, terapéuticas, equipos, técnicas y aprendizajes entre los cuales se manejado a lo largo de los siglos y hasta hoy, los odontólogos y sus predecesores en l'art dentaire.
Lamentablemente, los autores no abrieron un espacio para la prevención y, por supuesto, omitieron el registro de ese milagro de Santa Apolonia que fue la incorporación del flúor al armamentario de la salud bucal.
La segunda obra que escrutaremos es la Historia de la Odontología del germano Walter Hoffmann-Axthelm (2), publicada en alemán en 1973 y traducida al inglés en 1981. Con todo y haber sido publicada antes del texto de los franceses, ella es -entre las tres que hoy estudiamos- la que ofrece la información histórica más completa y equilibrada acerca del tema que nos ocupa. Dentro del capítulo "Odontología conservadora" incluye un acucioso subtítulo sobre prevención de caries que, por cierto, comienza con una breve alusión a los hábitos -al parecer rituales, pero afortunadamente preventivos de la caries- de los indígenas de la región Suramericana más septentrional, cercana al mar Caribe (hoy Venezuela), donde los niños de 10 a 12 años masticaban las hojas de una planta hasta que sus dientes quedaban negros, pero protegidos para toda la vida. Hoffmann deriva esta información del libro De Orbe Novo (El Nuevo Mundo), del erudito italiano Pedro Martir de Anglería, cronista de los reyes católicos, quien recorrió estas tierras a principios del siglo XVI.
Acerca del conocimiento en Europa del flúor y sus efectos, el autor nos remite al siglo XIX: En 1843, Desirabode, dentista de la corte de París, le atribuía propiedades endurecedoras de los dientes; en 1874 Erhardt, médico distrital de Baden (Alemania) recomendaba dar pastillas de fluoruro a los niños, especialmente durante la erupción dentaria, y a las mujeres durante el embarazo, por varios meses. En 1892, Sir James Crichton-Browne dictó una conferencia acerca del flúor ante los dentistas de Cambridge (Inglaterra), y en 1896, Albert Denninger lo hizo sobre "Fluorine, un agente contra las enfermedades de los dientes", ante la Rhine Society for Natural Science.
Hoffmann-Axthelm apunta que todas estas sugerencias fueron casi completamente olvidadas y sustituidas por otras (las feas e inútiles aplicaciones de nitrato de plata en el esmalte, el uso de desinfectantes bucales, el consumo de aguas ricas en cal, de pan de centeno con leche, o una dieta rica en frutas,etc.) hasta que las propiedades protectoras del flúor fueron redescubiertas gracias a las investigaciones sobre el esmalte moteado o veteado en los Estados Unidos, que condujeron a las exitosas pruebas de la fluoruración del agua en la década de 1940, y a su difusión posterior en dicho país. De todos estos hechos, y de sus protagonistas, nos habla el historiador alemán en tres páginas y media que incluyen dos ilustraciones.
El tercero y último libro que estudiaremos lleva en la portada un título igual al anterior -Historia de la Odontología- y en la portadilla, uno parecido al de los franceses: Historia Ilustrada de la Odontología(3). Además de esa curiosidad, anotemos que fue editado en inglés en 1985, traducido al castellano en 1989, y que su autor es el estadounidense Malvin E. Ring. El volúmen, profusamente ilustrado a todo color tiene 320 páginas, de las cuales, una -en blanco y negro, sin ilustraciones y con el melancólico título de "El Fluoruro"- le sirve para informar sobre las investigaciones que, desde comienzos del siglo XX, condujeron a la primera gran conquista preventiva del área odontológica, y a su difusión en buena parte de la población norteamericana. Sin embargo, con todo y ser un autor estadounidense escribiendo sobre un logro científico alcanzado en su país, hay diferencias que muestran al evasivo "otro yo" de este historiador odontológico. Es lo que descubrimos al comparar las raquíticas características de "El Fluoruro" con las gordas y entusiastas que adornan, por ejemplo, a la reseña sobre una conquista clínica: la anestesia. Anotémoslas aquí: Título:"La Anestesia: La gran contribución de la odontología a la medicina". Extensión: nueve (9) páginas. Ilustraciones: nueve (9), con cuatro (4) a toda página.
Mañosa historia...